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martes, 3 de junio de 2014

Galerada: Sang i por

Ya es junio y el verano quiere instalarse definitivamente; la gente busca sitio en las terrazas con su cervecita y comienzan los planes de viajes fuera de la aburrida rutina.

Como no podía ser de otra forma, y dado que se aproxima el final del curso escolar, le hemos dado vacaciones a Darov (él se lo merece), así que hasta septiembre no tendremos más relatos suyos. Aunque intentaremos que la espera no sea tan larga y engatusarle para que escriba algo durante sus vacaciones.

De momento os dejamos con este pequeño poema escrito por una servidora (en catalán y castellano), no es que tenga afición como poetisa, pero a veces salen cosas así.



Sang i por
El soldat corre cap a la muralla.
Sota els canons la ciutat cau,
però ell, lluny de casa,
agafa amb força el fusell.
I al voltant,
trets, fum, sang i por.

Les ombres amaguen ferits i morts.
Milers de cases es desplomen,
i al carrer, el soldat,
ensopega amb un defensor.
Només queden,
trets, fum, sang i por.

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Sangre y miedo
El soldado corre hacia la muralla.
Bajo los cañones la ciudad cae,
pero, el lejos de casa, 
coge con fuerza el fusil.
I al rededor
disparos, humo, sangre y miedo

Las sombras esconden heridos y muertos.
Miles de casas se desploman, 
y en la calle, el soldado, 
tropieza con un defensor.
Solo queda
disparos, humo, sangre y miedo.

martes, 6 de mayo de 2014

Galerada: La caja de Pandora

Ya estamos en mayo! Uff que rápido me ha pasado el tiempo. Llega el buen tiempo, las ganas de salir, de disfrutar del sol y del tiempo libre; pero no olvidéis llevaos un buen libro.

Nosotros seguimos fieles a nuestra intención de haceos disfrutar con la lectura y los relatos de Darov; así que si al final el libro/e-book se ha visto relegado y olvidado en cualquier esquina, no desesperéis, aquí tenéis un nuevo texto para disfrutar: "La caja de Pandora".


I
Sabas dirigió su vista hacia las olas, su argéntea espuma lamía la fina arena de la playa, y arrastraba pequeños guijarros al interior del mar. Tenía los ojos azules surcados con profundas arrugas que se revelaban cuando sonreía. Su cabello, corto y casi totalmente blanco, delataba su verdadera edad. Vivía en el archipiélago de Uróboros, la única parte del planeta Pandora que había sido colonizada. Más del ochenta por ciento de la superficie del planeta estaba formada por agua, y los colonos no disponían de un medio de transporte adecuado para desplazarse grandes distancias a través del océano. 
Sabas trazó un círculo con el dedo índice sobre la arena distraídamente. Le gustaba pasear a la luz rojiza del atardecer entre las playas y las calas mientras recogía nuevas especies de animales. Sin embargo, aquella no era una de esas tardes. Todo el mundo conocía la historia de sus antepasados, ésta podía hallarse en cualquier libro de historia terrestre y era materia obligada en la enseñanza reglamentada. Pero aún recordaba las tardes en las que paseaba junto a su bisabuelo por estas mismas playas mientras, con su voz áspera y cascada le relataba retazos de historia antigua. 
La raza humana había surgido en el planeta Tierra, nadie podía ya señalar su ubicación en un mapa estelar ni recordar cómo era exactamente (tan solo se conservaban algunas imágenes y grabaciones antiguas), simplemente porque ya no existía. Los libros de historia hablaban de cómo el hombre había conquistado el espacio, no sin una buena dosis de buena fortuna, para descubrir que se encontraban solos en la inmensidad de un Universo desconocido. Cómo, con tesón y empeño, habían logrado extender su civilización por parte del sistema solar. Pero esos mismos libros no decían nada acerca de la depredación de la raza humana, de cómo habían convertido su planeta natal en un mundo estéril en el que nadie deseaba quedarse, de cómo la raza humana se había convertido en una plaga que arrasaba planeta tras planeta. Esos eran los secretos prohibidos que su abuelo le transmitía cada tarde.
Pandora era la última colonia de una civilización que no podía llamarse ya a sí misma terrestre. Hacía más de doscientos años que no se recibía ninguna señal de otro asentamiento humano. Se habían convertido en la última esperanza de la raza humana. 
Disponían de los conocimientos científicos suficientes como para enviar una nave al espacio en busca de un nuevo asentamiento. Irónicamente Uróboros no disponía de los suficientes recursos minerales para llevar a buen término un proyecto de esa envergadura. 
Sabas observó como la roja estrella que era el Sol de Pandora proyectaba sombras carmesíes sobre la arena de la playa. ¿Sería éste el último sol que vería la especie humana?, ¿Sería el destino del hombre morir tal y como había estado siempre: solo en un Universo incomprensible para él?
El colono se puso lentamente en pie y observó el cielo estrellado. Muchos hombres se habían hecho esa pregunta hacía ya mucho tiempo no habían hallado respuesta entonces, y él tampoco la encontraría ahora. Un objeto anaranjado se perfiló en la oscuridad de la noche, era lo único que podían hacer. La cápsula viajaría por el espacio, tenía el combustible justo para atravesar, sana y salva, el espacio conocido por los últimos hombres. Era una luz en la noche, la llama de la humanidad había brillado, brevemente pero con intensidad hasta consumirse a sí misma. Era un mensaje en una botella, pero el más valioso que tenía el ser humano, contenía todo lo que eran, millones de años de evolución y miles de años de civilización. 
“Ojalá llegues a un buen lugar, y se repita el milagro. Y quizá esta vez no se cometan los mismos errores”. Sabas alzó el brazo y despidió a Nueva Esperanza, nadie sabría nunca si había llegado a su destino.

martes, 1 de abril de 2014

Galerada: Emet (III)

Como lo prometido es deuda, hoy es la última entrega de "Emet" y ya nos haré esperar más para leer el desenlace de esta historia.

Os dejo el link de las dos entregas anteriores, por si hay algún despistado o para los que quieran recordar donde lo habíamos dejado el mes anterior: Emet (I) y Emet (II).



IV
Parry había estado pensando en todo lo que le había dicho el doctor. Más de una docena de veces se había repetido que no era más que un loco y, que dar crédito a sus afirmaciones sería una estupidez. Sin embargo, ¿y si no lo era? ¿no habían sido tachados otros hombres como él de locos para luego lograr enormes avances científicos para la humanidad?
Su mente, acostumbrada a la resolución de algoritmos científicos, no se sentía cómoda con la naturaleza filosófica de las ideas con las que ahora trataba. ¿Cuál es el puesto del hombre en el cosmos? Muchos años antes los movimientos en defensa de los simios habían logrado que la Unión Europea y la Confederación Euroasiática reconociesen una serie de derechos inalienables para los grandes simios. Durante su infancia, Parry había oído frecuentemente los nombres de prestigiosos primatólogos asociados a la causa, y ya en su niñez había sentido un profundo e irracional respeto por aquellos adalides. En un mundo transnacional, que había secularizado los contenidos del cristianismo y aislado los focos de fundamentalismo islámico e hindú; en un mundo que llevaba dos siglos batallando fútilmente por crear una unidad política internacional capaz de soldar las grietas geoestratégicas del planeta; en un mundo que, sin saberlo, iba buscando la creación de una modulación de lo humano como producto biológico, social, económico y, sin embargo, unitario… el hombre se había convertido en el único punto de vista viable para un discurso. Un simio no tenía un derecho natural, la Gracia no había caído sobre él, no se trataba de la intervención de la Providencia – que ya había quedado extirpada de la historia-: tenía derechos porque se asemejaba al hombre, porque era capaz de comunicarse con un idioma de signos creado por el hombre, porque parecía sentir o sentía como un hombre. Y aún así, escapaba a su control. Era la sucesión de miles de millones de años de evolución, y la elaboración de elevados pensamientos, los que habían permitido al hombre construirse como tal, y al simio ser percibido como simio. Como un Frankenstein dador de vida, lo que reclamaba Leidenfrost era colocar palomas en el interior de los cuerpos, elaborar la vida desde el alma.
¿No era ésta una visión estrictamente religiosa del asunto? ¿Importa acaso como se crea la vida? ¿No es un bebé el producto de un milagro semejante? ¿No podemos llamar mente o psique al alma? Parry suspiró al recordar una vieja leyenda del cristianismo. Antes de que hubiesen vivido juntos, se halló que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo. El misterio; es el misterio lo que mantiene con vida lo sacro. Si el hombre crea vida mediante su tecnología, y tiene que enfrentarse a las evidencias de que esa vida, similar o distinta a la suya, ocupa un cierto puesto en el cosmos… ¿morirá entonces para que nazca un nuevo homo? ¿Tendrá que ser la vida creada constreñida en el patrón de lo humano?
Parry desechó tales pensamientos, cuya magnitud se le antojaba mareante. La humanidad es una roca firme, se dijo, alterable y moldeable por las olas y los vientos, pero inasequible a la destrucción de su propia idea. Ya habían quedado atrás los tiempos bárbaros en los que el mundo se dividía entre paganos y creyentes; en los que el mundo era un puzzle de difícil composición. La realidad tenía que seguir siendo realidad, el alma tenía que seguir siendo alma, y Dios, sea cual fuere su naturaleza, y si realmente existe, tenía que seguir siendo Dios.

martes, 4 de marzo de 2014

Galerada: Emet (II)

Como ya os comente el mes pasado en esta sección contaremos con la colaboración de Darov y sus escritos, y hoy continuamos con el relato de "Emet".

No quiero enrollarme mucho, ya que el protagonista es la historia; quizás merezca la pena que reviséis o leáis por primera vez la anterior parte para poneos al día y sumergíos en este increíble mundo.

El próximo mes terminaremos con este fantástico relato y os aseguro que merece la pena esperar para leer el final de "Emet".



III
El mismo Leidenfrost accionó el botón de apertura de la puerta de su apartamento. Era alto y delgado, tenía el mentón largo y la mandíbula ancha, y el color azabache de su cabello contrastaba con la blancura de sus dientes. ¿Joven? ¿Viejo? ¿Cincuenta? ¿Cuarenta años? Nadie hubiese podido decirlo y mucho menos preguntarlo.
- Buenas tardes. Usted es el señor Parry, ¿verdad? – la voz del biotecnomédico era de barítono.
- Así es, encantado de conocerle doctor. – ¿qué si era el señor Parry? Pues claro, al menos a tenor de la verificación de ADN al que le había sometido la seguridad del edificio.
Con un gesto el periodista fue invitado a tomar asiento en uno de los sofás. Tras sentarse, John abrió su maletín y buscó su grabador.
- ¿Le importa que grabe la conversación? – preguntó mientras colocaba sobre la mesa de metacrilato un objeto del tamaño de un terrón de azúcar.
- Por supuesto que no. – respondió el doctor con una sonrisa.
A John le pareció recordar que los lobos les dedicaban muecas parecidas a los corderos antes de devorarlos, o al menos así lo decían los anticuados cuentos que había oído desde niño.
Leidenfrost estaba de pie, de espaldas a un amplio ventanal, con las manos en los bolsillos, y le miraba fijamente.
- ¿Qué opina de nuestra profesión señor Parry? – la pregunta tomó por sorpresa al periodista.
- ¿De la de biotecnomédico?... – el doctor asintió. –que es imprescindible. ¿Por qué lo dice?
- ¿No cree que somos unos fracasados engreídos?
- No, no lo creo – balbuceó John.
- He de decirle que yo opino lo contrario. Hace décadas que Kapek ideó el primer robot semiorgánico, por ello la humanidad lo elevó a la categoría de semidiós pero, ¿hemos hecho algún avance en los últimos tiempos? ¿nos hemos acercado al objetivo, al ideal que impulsó al señor Kapek? -Leidenfrost fijó su mirada en John, como retándole a objetar algo.
- Los últimos avances de Clark en el cultivo de células modificadas genéticamente han permitido que…
- ¡Eso son sólo fruslerías! Mejoras estéticas, intentos vanos e infantiles. ¿Se ha preguntado alguna vez por qué nuestros RS tienen aspecto antropomórfico? ¿por qué les proporcionamos un sistema que mantenga una temperatura externa constante? Para provocar en nosotros las emociones que nuestras creaciones no tienen, como esos perros que agitan la cola y sacan la lengua para agradar a sus amos. Tienen la misma conciencia de su propia existencia que ese grabador que hay sobre la mesa… -el doctor hizo una teatral pausa, bajando la mirada lentamente sobre el desconcertado periodista- ¿conoce la leyenda del Golem?
- Lo cierto es que no.
- Veo que no es aficionado a la literatura antigua. El golem era un ser mítico, hecho de barro, al que se le grababa en su frente la palabra hebrea emet, que significa “verdad”. Esta palabra le confería vida, la única forma de destruirlo era borrando una de las letras para formar la palabra met, muerte. Sin embargo, era una criatura sin alma.
- Es solamente cuestión de tiempo señor Leidenfrost…
- Doctor, si no es molestia.
- …doctor Leidenfrost. La colaboración de biotecnomédicos con expertos genetistas dará sus frutos en menos de una década. – John no sabía a dónde quería ir a parar su interlocutor, o estaba loco o había descubierto algo verdaderamente importante. - Pronto los RS tendrán centros de proceso biológicos, con un funcionamiento similar a un cerebro primitivo.
- Sus investigaciones no llevarán a ningún lado. Los genetistas son simples sastres, cortan y cosen sus patrones siguiendo las instrucciones de la Naturaleza. Pero señor Parry, esos patrones son defectuosos. Los radicales libres acaban con sus creaciones, incluso lo que ellos llaman el lenguaje de la vida es imperfecto, degenerado. Kapek era un visionario pero la vida de un hombre es demasiado corta; simplemente colocó la primera piedra de nuestra gran obra. ¿Sabe cómo empezó nuestro Gran Kapek? Como tecnomédico colocaba implantes mecánicos a mineros en una clínica centroeuropea. Fue lo que le hizo darse cuenta de que trabajaba sobre el mismo barro que utilizaban los cabalistas con su golem. ¿De qué servía implantarle a un hombre una extremidad, capaz de soportar esfuerzos de varios cientos de megapascales, si sus huesos se quebraban? Señor Parry, los biotecnomédicos han perdido el tiempo, es hora de dejar de cortar patrones, es el momento de diseñarlos. Los genetistas cortan y pegan bases nitrogenadas, “fabrican” seres vivos. Pero nosotros somos biotecnomédicos debemos “crear”.
- ¿Insinúa que ha logrado diseñar un nuevo modelo de RS, mejor que los actuales?
- Por supuesto que no. – la expresión del rostro de doctor se endureció-. No escucha lo que le digo, los RS son imperfectos en el origen de su concepción. ¿Conoce los trabajos de Niven?
- Recuerdo que había estado trabajando en un transportador de partículas, pero se demostró que su funcionamiento era imposible.
- Se demostró que los requerimientos energéticos para disgregar un ser vivo en sus partículas elementales y transportarlo incluso unas décimas de centímetro eran muy elevados. – puntualizó – Pero, si en lugar de partir de un ser vivo partiésemos de un sistema más desorganizado y, por añadidura, mucho menos complejo; entonces el mismo Niven demostró matemáticamente que la energía necesaria, aunque enorme, estaba dentro de las posibilidades de la tecnología humana.
El doctor Leidenfrost hizo una pausa en su disertación. Parry observó que unas antiguas persianas venecianas cubrían ahora el ventanal de la sala de estar, de forma que la luz rojiza del atardecer se proyectaba, atenuada su intensidad, sobre la estancia.
- De esa forma, si podíamos transportar esas partículas elementales y reproducir su estado inicial, ¿no podríamos también cambiar ese estado final? Niven pensó que merecía la pena intentarlo y yo mismo me encargué de financiar su investigación. Pero el diseño era muy primitivo y no funcionó de la forma en la que yo esperaba: existía cierta incertidumbre. Sin embargo, fue resuelto irónicamente por ingenieros genéticos. Como sabe el ADN se encuentra en una forma muy compacta en las células de los seres vivos. De forma que para su correcta manipulación era necesario “desenrollar” estas cadenas de ADN. Desde hace décadas estos científicos utilizan lo que han dado en denominar “pinzas láser”, capaces de ejercer fuerzas minúsculas sobre estas moléculas, pero suficientes para realizar pequeñas manipulaciones.
- ¿Quiere decir que ha utilizado los trabajos de Niven para desarrollar técnicas de producción de RS más avanzadas? – eso sería una buena portada para el próximo número.
- Es usted un lerdo, señor Parry, lo que trato de decirle es que si la mente preclara de un gran científico lo desease, podría construir un nuevo golem pero esta vez no estaría hecho de barro y sin ningún género de dudas estaría VIVO.
John se puso en pie.
- ¡Eso es…! ¡Eso es imposible! Sería como usurpar el papel de Dios, un ser creado de esa forma sería una abominación sin alma –su vehemencia y la velocidad con que la palabra Dios acudió a su mente, sorprendieron al propio Parry.
- Si no lo cree le invito a que mañana asista a la conferencia de prensa que tendrá lugar en el edificio Kapek. Lo verá con sus propios ojos.

Continuará

By Darov

martes, 4 de febrero de 2014

Galerada: Emet (I)

Hoy estrenamos una nueva sección mensual, el primer martes de cada mes publicaremos un relato o parte de una historia. 
La hemos denominado Galerada, es decir, la prueba de la composición (sin ajustar) que se saca para corregirla; proviene de la palabra Galera, que es la tabla rodeada por listones en la que el cajista va poniendo las líneas de letras para componer la galerada.

Esta parte del blog correra a cargo de Darov, desde aquí mi agradecimiento por compartir sus historias (a pesar de que tuviera que amenazarlo y perseguirlo para que me enviara los textos, pero ya sabes que era desde el respeto y el cariño).

Os dejo con la primera historia, que espero que os guste tanto como a mí; lo malo es que tendréis que esperar hasta el próximo mes para saber como termina.



I
Observaba la ciudad a través de un amplio ventanal. Ésta se extendía ante sus ojos como un amasijo de cemento y acero iluminado por luces de colores. En el cielo no se veían estrellas, ocultas por la tibia luminiscencia de la contaminación que rodeaba la gran urbe. Leidenfrost se llevó una copa de fino cristal a la boca, y paladeó el vino tinto que contenía. Caminó distraídamente hacia la mesa de metacrilato admirando los intrincados motivos geométricos de la alfombra del salón (confeccionada en fibras poliméricas sintéticas cuyo aspecto era el de un tejido natural). Depositó la copa sobre la mesilla y tomó asiento en uno de los negros sofás que la rodeaba. Respiró hondo y consultó su reloj atómico de pulsera. Aún faltaban unos minutos.