martes, 6 de mayo de 2014

Galerada: La caja de Pandora

Ya estamos en mayo! Uff que rápido me ha pasado el tiempo. Llega el buen tiempo, las ganas de salir, de disfrutar del sol y del tiempo libre; pero no olvidéis llevaos un buen libro.

Nosotros seguimos fieles a nuestra intención de haceos disfrutar con la lectura y los relatos de Darov; así que si al final el libro/e-book se ha visto relegado y olvidado en cualquier esquina, no desesperéis, aquí tenéis un nuevo texto para disfrutar: "La caja de Pandora".


I
Sabas dirigió su vista hacia las olas, su argéntea espuma lamía la fina arena de la playa, y arrastraba pequeños guijarros al interior del mar. Tenía los ojos azules surcados con profundas arrugas que se revelaban cuando sonreía. Su cabello, corto y casi totalmente blanco, delataba su verdadera edad. Vivía en el archipiélago de Uróboros, la única parte del planeta Pandora que había sido colonizada. Más del ochenta por ciento de la superficie del planeta estaba formada por agua, y los colonos no disponían de un medio de transporte adecuado para desplazarse grandes distancias a través del océano. 
Sabas trazó un círculo con el dedo índice sobre la arena distraídamente. Le gustaba pasear a la luz rojiza del atardecer entre las playas y las calas mientras recogía nuevas especies de animales. Sin embargo, aquella no era una de esas tardes. Todo el mundo conocía la historia de sus antepasados, ésta podía hallarse en cualquier libro de historia terrestre y era materia obligada en la enseñanza reglamentada. Pero aún recordaba las tardes en las que paseaba junto a su bisabuelo por estas mismas playas mientras, con su voz áspera y cascada le relataba retazos de historia antigua. 
La raza humana había surgido en el planeta Tierra, nadie podía ya señalar su ubicación en un mapa estelar ni recordar cómo era exactamente (tan solo se conservaban algunas imágenes y grabaciones antiguas), simplemente porque ya no existía. Los libros de historia hablaban de cómo el hombre había conquistado el espacio, no sin una buena dosis de buena fortuna, para descubrir que se encontraban solos en la inmensidad de un Universo desconocido. Cómo, con tesón y empeño, habían logrado extender su civilización por parte del sistema solar. Pero esos mismos libros no decían nada acerca de la depredación de la raza humana, de cómo habían convertido su planeta natal en un mundo estéril en el que nadie deseaba quedarse, de cómo la raza humana se había convertido en una plaga que arrasaba planeta tras planeta. Esos eran los secretos prohibidos que su abuelo le transmitía cada tarde.
Pandora era la última colonia de una civilización que no podía llamarse ya a sí misma terrestre. Hacía más de doscientos años que no se recibía ninguna señal de otro asentamiento humano. Se habían convertido en la última esperanza de la raza humana. 
Disponían de los conocimientos científicos suficientes como para enviar una nave al espacio en busca de un nuevo asentamiento. Irónicamente Uróboros no disponía de los suficientes recursos minerales para llevar a buen término un proyecto de esa envergadura. 
Sabas observó como la roja estrella que era el Sol de Pandora proyectaba sombras carmesíes sobre la arena de la playa. ¿Sería éste el último sol que vería la especie humana?, ¿Sería el destino del hombre morir tal y como había estado siempre: solo en un Universo incomprensible para él?
El colono se puso lentamente en pie y observó el cielo estrellado. Muchos hombres se habían hecho esa pregunta hacía ya mucho tiempo no habían hallado respuesta entonces, y él tampoco la encontraría ahora. Un objeto anaranjado se perfiló en la oscuridad de la noche, era lo único que podían hacer. La cápsula viajaría por el espacio, tenía el combustible justo para atravesar, sana y salva, el espacio conocido por los últimos hombres. Era una luz en la noche, la llama de la humanidad había brillado, brevemente pero con intensidad hasta consumirse a sí misma. Era un mensaje en una botella, pero el más valioso que tenía el ser humano, contenía todo lo que eran, millones de años de evolución y miles de años de civilización. 
“Ojalá llegues a un buen lugar, y se repita el milagro. Y quizá esta vez no se cometan los mismos errores”. Sabas alzó el brazo y despidió a Nueva Esperanza, nadie sabría nunca si había llegado a su destino.

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