"Ayala asintió en silencio, consternado por la agitación en el alma de su compañero. No pudo evitar mirar a su alrededor, a la tierra empapada de sangre, a los cadáveres desmembrados, y se estremeció por la forma implacable en que se les había dado muerte, por el terrible talento que había demostrado aquel hombre al que hasta ahora había creído un muchacho."
Una verdad ineludible de todo lector es que siempre hay una pila de libros pendientes y que esta crece a un ritmo constante, independientemente de la velocidad de lectura.
La mía la considero una especie de tesoro escondido (no en plan Gollum, pero casi) y en ella llevaba la novela de Gil desde hace demasiado tiempo porque quería leerla en un estado mental determinado y dedicarle toda mi atención; pero con la pandemia la cosa se descontrolo un poco. Sin embargo, cuando anunció que en mayo tendría nuevo libro ("Forjada en la tormenta"), supe que no podía esperar más porque dos novelas del mismo autor en la lista de pendientes es inadmisible (que una tiene sus protocolos).
Si habéis leído la sinopsis la novela se presenta como una especie de thriller histórico en el que un jesuita investiga unos crímenes junto a un joven samurái que le hace de guardaespaldas; un viaje que los arrastrará por medio Japón y que los meterá de lleno en la lucha por el poder. Sin embargo, creo que el verdadero motor de la historia es la relación de amistad que se forja entre ambos, tan inverosímil como trascendental; (me ha impactado tanto la relación que ambos forjan que a treinta páginas de terminar la novela la he dejado hasta el día siguiente porque sinceramente no quería que llegara el adiós).
Pero estoy adelantándome, porque el inicio me costó un poco entrar en la historia, la veía un poco lenta y que llevaba demasiado tiempo posicionar las fichas sobre el tablero; pero llegó la pelea de Kenjiro en el camino cuando se cruza con el palanquín y ¡ooooh! me alucinó tanto que ya me enganché. A partir de ese momento vi la historia con otros ojos y empecé a disfrutarla, a deleitarme con los paisajes y el deambular de los personajes, a sufrir con los embates, traiciones, duelos... La he disfrutado tanto que la he terminado con una espinita clavada y ha pasado directo a la pila de relecturas (sí, soy rara).
Hasta ahora me he enrollado como una persiana, pero poco os he contado sobre los que acontece en la novela.
Todo comienza cuando el padre Martín Ayala es enviado nuevamente a Japón para investigar el asesinato de varios jesuitas de una forma salvaje, dado que conoce las costumbres niponas y habla con fluidez su lengua parece ser la opción más obvia, a pesar de que fuera apartado de la misión hace diez años. Dado que su misión es peligrosa para un jesuita se le asigna un samurai rural para su seguridad, la misión recae sobre Kenjiro (alguien prescindible, pero que es el peón con el que aparentar preocupación por parte del daimio).
En este juego de intrigas y poder, que se desarrolla en un Japón lleno de intereses geopolíticos, debemos añadir más personajes como Igarashi, un shinobi de Iga que compró su libertad vendiendo a su hijo al clan, y que ahora es reclamado nuevamente para seguir de cerca los progresos del jesuit. O Reiko, una traficante que tiene negocios con los barcos portugueses y que esconde un gran secreto.
Y todo ello con el telón de fondo de una época fascinante de Japón y donde el autor se recrea haciendo gala de un gran conocimiento (que no se hace pasado, ni mucho menos).
La novela se puede disfrutar a diferentes niveles, ya sea como thriller histórico, como libro de viaje o como una historia de amistad. Yo me quedo con esta última visión porque no puedo negar que ha sido un viaje fabuloso con los mejores compañeros posibles; y si después de leerla no os quedáis con ganas de volver a caminar junto a Ayala y Kenjiro es que no tenéis sangre en las venas.
Autor | David B. Gil |
Editorial | Suma |
Precio Aprox. | 19 Eur. |
Sentimiento* | “Louis, presiento que este es el comienzo de una hermosa amistad” |
Valoración | |
Obtenido en | Gigamesh |
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